sábado, 9 de agosto de 2008

Tiroteo

Veo a compis de la infancia ponerse lonchos. Yeah! Es superguachi. Con esos caretos de "acabo de ver a la chica de la curva". Mustios. Pálidos.


- Troooooooonko, llevo uuuun mooocooooooooo.


Bravo.


Me lo dicen en plan ¡qué guapo!, así que supongo que tiene que ser cojonudísimo.


El casteñeteo de sus dientes es sólo comparable al taconeo de Joaquín Cortés sobre el escenario en una noche con duende. Puro arte. Me encantaría dar palmas mientras los oigo.

No lo hago. La imagen de su degradación puede más que mi vena artística.

- Tú, un chiste mazo guapo,- me dice mi amigo El Kleenex (en realidad se llama Pedro, pero le llamamos así porque va siempre de moco en moco),- jaja.

- A ver.

- Estos son veinte notas que llegan a un restaurante con la equipación de su club deportivo. Y lo de siempre: esperan a que llegue el maître, le dan el nombre con el que habían reservado, éste les lleva a la mesa que les corresponde, se acomodan, uno va a hacer un pis, otros hablan de esto, otros hablan un poco de lo otro, y les toman nota.
Al rato vuelven los camareros con unos dorsales y una fuente llena de coca, y sirven a cada uno una raya.
¿Qué deporte practican?

- Sorpréndeme.

- Tiro al plato. Jajajaja.

- Estás enfermo.

- Está guapo tío. Yo me partí el culo cuando me lo contaron... espera que me voy a poner otro tiro...

Empezó a preparárselo.

- Me lo contó un hombre de la obra la hostia de viejo, te descojonas... me contó otro parecido pero en vez de tiro al plato era tiro con arco, pero no me acuerdo... la caña... si me acuerdo te lo cuento.

Mientras le miraba recordé eso que decía mi amigo Julián de que no consumía drogas por temor a que ellas hicieran lo propio con él. Esa era la sensación que tenía en ese momento viéndole, no sabía si era más correcto decir que era el quien estaba consumiendo coca o que era la coca quien le estaba consumiendo a él. Un poco, más bien un mucho, de ambas.










No siempre

Aveces, querría ser la muerte para no temerla.

Otras, henchido de rabia, querría serla. Querría ser la muerte y aniquilar a todos. O al menos a algunos.

Aveces, a la entrada del camposanto, me gustaría... querría ser la muerte... para acabar con ella.

sábado, 2 de agosto de 2008

Adiós

El suicidio, dicen, es de cobardes. De quienes andan faltos de agallas para afrontar lo que les viene o tienen encima.

Aprovechando el despiste de quien te secuestró y tortura, lo más normal es coger la puerta y huir. Huir es de cobardes.

Aveces es mejor ser cobarde. A pocos les gustan los electrodos en los testículos. A pocos que les arranquen las uñas con alicates. A pocos que les cercenen uno a uno los dedos.

En este último caso, nadie considerará cobarde a quien huye en pro de no sufrir.

Y es que arrodillado, frente al pelotón de fusilamiento, si tienes la oportunidad de huir y no lo haces, seguramente seas muy valiente por quedarte ahí y aguantar la que te va a caer, pero quizá tambien tengas un poco de gilipollas. A no ser, claro está, que lo que deseas es que te aniquilen.

El suicidio es lo fácil dicen también. Coge a 10, 20, 200, 8000 personas, las que sean. Dales una pistola para que se descerrajen los sesos. Veamos quienes son los más, los que lo hacen o los que no. Los que no, evidentemente. Luego pregúntales si han pensado en que tienen que luchar cuando se han negado a hacerlo o es cagazo lo que tienen al pensar en palmarla.

Si lo fácil fuera suicidarse estaríamos todos muertos. Habría hasta lista de espera en la seguridad social. Somos cómodos. Buscamos la comodidad. ¿O es que teniendo el mando en la mano os levantais a cambiar de canal a la tele?, ¿O es que cargados con la compra del mes subís siete pisos por la escalera en lugar de montaros en el ascensor que tenéis en frente? Por favor.

También tiene su parte de valentía esto, te la estás jugando, quizá dos días después del suicidio todo hubiera cambiado y hubiera ido a mejor. Al igual que se la juega el secuestrado que huye, arriesgándose a que el secuestrador le aniquile en el intento, cuando quizá de esperar un día más, llegasen las fuerzas del Estado y le liberasen, o fueran directamente los secuestradores quienes lo hicieran.


Cada cual es consciente de lo que es o no capaz de aguantar.

Vivir inerte, vivir por vivir, no es vivir, y no vivir, es estar muerto.