Adiós
Aprovechando el despiste de quien te secuestró y tortura, lo más normal es coger la puerta y huir. Huir es de cobardes.
Aveces es mejor ser cobarde. A pocos les gustan los electrodos en los testículos. A pocos que les arranquen las uñas con alicates. A pocos que les cercenen uno a uno los dedos.
En este último caso, nadie considerará cobarde a quien huye en pro de no sufrir.
Y es que arrodillado, frente al pelotón de fusilamiento, si tienes la oportunidad de huir y no lo haces, seguramente seas muy valiente por quedarte ahí y aguantar la que te va a caer, pero quizá tambien tengas un poco de gilipollas. A no ser, claro está, que lo que deseas es que te aniquilen.
El suicidio es lo fácil dicen también. Coge a 10, 20, 200, 8000 personas, las que sean. Dales una pistola para que se descerrajen los sesos. Veamos quienes son los más, los que lo hacen o los que no. Los que no, evidentemente. Luego pregúntales si han pensado en que tienen que luchar cuando se han negado a hacerlo o es cagazo lo que tienen al pensar en palmarla.
Si lo fácil fuera suicidarse estaríamos todos muertos. Habría hasta lista de espera en la seguridad social. Somos cómodos. Buscamos la comodidad. ¿O es que teniendo el mando en la mano os levantais a cambiar de canal a la tele?, ¿O es que cargados con la compra del mes subís siete pisos por la escalera en lugar de montaros en el ascensor que tenéis en frente? Por favor.
También tiene su parte de valentía esto, te la estás jugando, quizá dos días después del suicidio todo hubiera cambiado y hubiera ido a mejor. Al igual que se la juega el secuestrado que huye, arriesgándose a que el secuestrador le aniquile en el intento, cuando quizá de esperar un día más, llegasen las fuerzas del Estado y le liberasen, o fueran directamente los secuestradores quienes lo hicieran.
Cada cual es consciente de lo que es o no capaz de aguantar.
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